Buenos Aires, sí por favor

Asado, asándonos

Asado, asándonos

Despegue
Un vapor caliente de prepotencia convulsa y yoísta fue el abrazo primero y porteño que recibimos. Antes, doce horas previas, había despegado la aerolínea expropiada. El aterrizaje fue un guante, suave, de terciopelo. Durante el trayecto las piernas menguaron. Ya íbamos, el avión no tenía reversa, entonces el cuerpo tuvo conciencia y se cayó. ¿Cuántos trayectos hace uno cuando despega, cuántos caminos recorre uno cuando vuela, cuánto engorda uno recordando, cuántos regresos uno recuerda, cuánto adelgazamos cuando volvemos, qué se persigue cuando el tiempo sólo depende de un motor?, me pregunté acalambrado, con la cena para dibujos animados que nos sirvieron.

Amigos, a fondo

Amigos, a fondo

Aterrizaje
Al descender el horizonte naranja se arremangó nada más tocar el verde frondoso. La división racista de nacionalidad permitió que saliéramos más rápido que la mayoría de pasajeros. Al fondo, a lo lejos, unas cabezas atolondradas, nerviosas, no eran lo suficientemente altas para alcanzarnos. Impacientes y de puntitas no lograban rebasar al tiempo deseando de ser los primeros en ver. Un abrazo y una mirada correspondieron como si se tratase de una amistad añeja. Buenos Aires, sentí, podría ser una ciudad que se confunde con un apapacho, con un aliento que se te va metiendo en los huesos, en la médula, en las uñas y en las entrañas, en las ojos, en el cuello, en los talones, en los dedos de pies y manos, de pelo y rodillas. Buenos Aires qué se yo, escuché, Buenos Aires Viste, sentí, Buenos Aires Chabón, dijeron, Buenos Aires para vos, olí,  Buenos Aires sí por favor, confabulé pegajoso y a las siete y media de la mañana de Ezeiza.

Bendito Margot

Bendito Margot

Amaneceres
Los chorros de sudor iban siendo tan comparables y tan bien vividos como los asados que nos íbamos comiendo, las quilmes que nos íbamos metiendo,  las facturas mañanitas que alargaban los desayunos hasta vaciarnos de tanto y de tan bonito, de tanto y tan hermoso, de tanto y tan jugoso, de tanto y tan posible. Los amaneceres  porteños son sueños bien acabos. Las horas plata de mil minutos cada segundo. El río es mar. La luna es alfajor. El mate es miel. Almagro una tarta de cumpleaños constante. San Telmo el siempre lugar para volver.

Los Premios, el premio

Los Premios, el premio

Estar, siendo
Para estar hay que estar. Siempre alerta, subido, saltando, mirando, no hay pausa, si te detienes tenés que saltar. Para volver hace falta detenerse. Se avanza en bucle, se salta hablando, se camina con la voz, se mide con las palabras, se llega con los abrazos, se traiciona si lo que deseas es agradar. Buenos Aires no anda, corre, cruza, huele, merodea, está en cada esquina, no desparece, se mete, cala, muerde, besa, sonríe, llora, de ida y vuelta, de atrás para adelante, en los semáforos y en los codos. Buenos Aires es mujer, es vino, es tango, es carne de baile, es hombre con hambre, niña adolescente, vieja amante que hace de los mejores momentos algo irrepetible, por ello hay que repetir. Hago notas, ando con la cámara, saltan informaciones, no paro, trabajo y trago, bebo y ando, pregunto y escribo, leo y me abro. Todo es mucho, mucho no alcanza para decir tanto.

El mejor brindis, la mejor salud

El mejor brindis, la mejor salud

Las noches
Ayer noche, camino a casa, andando con los amigos por los caminos que nos ciegan de tanto y de tan mucho, pude comprobar que Buenos Aires no es una ciudad, es una costra, un abrigo, un puñado de sensaciones. Sus calles son venas que abren y exigen abrirse; sus plazas son labios que ayudan a entender la incomprensible magnitud de poder estar, sólo si es sintiendo. Sus avenidas son lenguas que acompañan en un transitar que porta el porteño corazón que no se cansa. Su arboleda es un discurso andante, un ciclo que ayuda a mirarse por dentro. El eterno psicoanálisis es la forma plena de abrazase mediante la complicidad de saberse hueco, inútil, flojo, pequeño, mosca, pulga, o acaso caballo, tigre pampeño, vaca incombustible, humano y equivocado. Buenos Aires es un beso con lengua.

Cada esquina un mundo

Cada esquina un mundo

Vuelta
La melancolía tanguera ruge en el río, llora en la costanera, se recuerda en cada esquina, sitio donde nace para morir todo, y entonces por fin preguntarse, analizarse, buscarse, y hablar, y escuchar, responder y construir un hilo que es puente, un mar que es interrogante, un lugar donde acaso, por fin, se supo que no todo es tanto, donde el oso no sabía que podía ser vaca y la vaca Fernet, y el fernet una línea en la noche, línea blanca, línea merca, línea que se convirtió en raya circular. El tango es macho, huele a perro sin dueño, a mate sin cebador. Llueve en Buenos Aires y el calor se revuelve como un delirio que nos devuelve a la exacta, por exagerada, dimensión. Las callecitas son anchas, los colectivos viajes, El tiempo es un reloj que marca las facturas de haber comido la leche dulce de un bandoneón sin cuerdas. Buenos Aires, sí, por favor. Salud!

Volver con...

Volver con...