VARGAS LLOSA O EL DÍA QUE NOS ARREBATARON EL MICRÓFONO

6Z6C3834Guarda las manos en su pantalón, lo estira, lo sube, acentúa su altura. Habla de literatura con quien se le cruce, de biografías altas y exquisitas. De perfil se nota que vigila. Su perfil es de tiburón. Su americana tiene tres botones de terciopelo negro, juega con ellos, se entretiene, le proporcionan naturalidad. Sigue atento. Le importa, parece, quién y cómo lo miren. Llega puntual. Toma un café solo, e invita un refresco que paga, con un billete arrugado de cinco euros, sin cartera anda. Su pómulo izquierdo es más rojizo que su mueca completa. Sus cejas son negras, pequeñas y en triangulo. Todo ese conjunto hace como si la fama culta sólo fuese para él. Es difícil imaginarlo triste, con el alma en los pies. En sus presentaciones no lee, habla escribiendo. A, a, a, a, dice al termino de cada frase, afirmación que cierra un tiempo reflexivo. Cuando habla se moja los labios para no escupir, se le encharca la boca de tanta fluidez.