CARLOS SALINAS DE GORTARI, en Madrid

Foto de Ulises CastellanosFoto de Ulises Castellanos
Viste de azul. A su cuello le sujeta una corbata rígida y unos ojos sin tregua. Es cazador y presa; su mirada es fusil, su dicho es carnaza, lo sabe, y por ello se mide en lo que dice y se esconde en lo que calla. Es amable, tanto y ante cualquier cuestionamiento, que cuestiona irremediablemente su sinceridad. Se mueve como pez en el agua sin haber pisado nunca el fango. Se protege en la sombra de la retórica, añeja y hueca pero no por ello menos pretenciosa. Lo que habla se parece al humo, no deja huella. Su comodidad radica en los baños de masas y en no responder a lo que se le pregunta. Ha sido invitado por la Fundación Ortega y Gasset, ubicada en la calle Fortuny del barrio de Salamanca, el más lujoso de Madrid. La primavera llega con él, un tiempo amable parecido al calor que no reprocha. Le esperan estudiantes de postgrado, clase alta y mexicana, acentos condescendientes, miel para los oídos del ex, para ellos, señor Presidente.
Saluda, asiente, abraza, se expande. Se acomoda en su podium y arranca su disertación de folios inacabables. Es de noche, son 200 personas, un palacio, una voz y un pasado. Carlos Salinas de Gortari lee, al tiempo que explica. Su tono es de predicador, su tiempo, amigo, su atmósfera, de cuates. Recurre a Platón y a la etimología, a los clásicos, a los pensadores, a los ilustres. Su cuidado academicismo le revela como alguien que le interesa parecer. Es teórico en los templos del saber sin morderse la lengua; una lengua larga que saborea las ideas sin fondo que le sirven como camino, prolongación, excusa, y ubicación: “No me interesan las próximas elecciones, me interesan las próximas generaciones, estoy en la batalla de las ideas.”
Engrandece, engorda, cobra altura cuando el tipo de especie que le rodea es menor, engominada, perpleja y sumisa. Se siente cómodo, entonces se suelta, y sin rubor se sitúa en su condición de hombre, de varón: “Están los que ahorran y derrochan, Estados Unidos ha gastado todo, más de lo que ha ganado, mientras China ha ahorrado. En mi proyecto, -es decir su próximo libro- las mujeres juegan un papel muy importante, se ha comprobado que ellas ahorran más que nosotros, los hombres”. Plantea como receta teórica para el futuro “La Democracia Republicana”; propone fortalecer la soberanía y justicia social en libertad, ¿cómo? Participando. Salinas parece Presidente, es mandatario, es gobernante, la demagogia le alcanza, le sostiene, le alimenta. La crisis que vivimos no es una más, aclara, “no es parte de otro ciclo, es la crisis de un modelo”. Por ello asume que ha sido una alternativa fallida para el desarrollo mexicano el populismo y el neoliberalismo. Ante tal aseveración se le pregunta por el neoliberalismo que él instauró en México. Su respuesta corta y segura: “Al principio es lo que se debía de hacer. Los bienes son para acabar con males. Lo malo es cuando se convierte en doctrina, que es lo que sucedió después”.
Salinas académico, Salinas economista, Salinas consejero, Salinas doctor, Salinas pendular, Salinas desmemoriado, Salinas amnésico. Salinas es apellido y es sombra; es Ex presidente sin peligro de extinción. Sus tentáculos los utiliza cuando llama a un desconocido por su nombre de pila. Su sonrisa es palmada en la espalda que intenta disminuir al interlocutor. Pareciera que, como en el sádico, su goce radica en el sentimiento que padece uno con el silencio que ofrece su palabra hueca y su sonrisa inalterable. Dicta recetas sin dar los ingredientes. Sugiere soluciones sin método. Ante las interrogantes de cómo participar en la solución de problemas cuando la falta de credibilidad en los políticos es la sal de cada día, sólo responde: “Participando”. Ante la especie que le escucha, la alta burguesía mexicana, que antes de preguntarle se presenta, le suelta su currículo breve, su juventud de idea y edad, él responde con cierta autoridad teórica que resbala en la falta de reflexión. Por ello recurre a sus recuerdos, todos buenos y salvadores, “Solidaridad”, “Chalco”, la pobreza que disminuyó con él y la década perdida después de irse. Termina su parlamento y la prensa le acorrala. Me acerco, me presento y él corresponde: “Es de casa, permítanme responderle a él, tengo que ser cortés con los anfitriones”. Fulmina al resto, a los corresponsales mexicanos. Su mirada circular, amplificadora le convierte en un ser expansivo. Se detiene y mira. Mientras leo:
“Se dice que está detrás Salinas ante cualquier hecho sucedido en México y para el que no se encuentra explicación” –Sonríe, se le abren los ojos, se reconoce, sí, es ese ser que recorre el mundo como una sombra- Pregunto: “¿A quién beneficia y a quién perjudica esa mitología o realidad?”
Su anillo de casado con el que juega acentúa el enamoramiento consigo mismo, empieza a responder el discurso: “Como usted dice, se dice, los díceres. Aquí lo importante es abordar de frente los problemas del país, cada quien en su posición de responsabilidad, ya sea en la tarea de gobierno o como un ciudadano más, como es mi caso. Participar en lo que toca para ir resolviendo los problemas de fondo. Para la población que está padeciendo los problemas poco le interesan los diceres, lo que importa son las soluciones”.
-Jorge Volpi habla del “Caudillismo Democrático en América Latina… Interrumpe Salinas.
– Yo creo que aquí lo que necesitamos es el ciudadano democrático, el ciudadano participativo, co-responsable, involucrado en la cosa pública, eso es lo que hemos venido a comentar el día de hoy.
– Sí, pero qué opina acerca del concepto “El caudillismo democrático” que vive América Latina?
– Ya me voy a tener que ir pero ha sido un gusto saludarlo.
Parce más solo tanta más compañía le rodea. Sus respuestas poseen una textura que compadece, que trata al otro como si padeciera cierta minusvalía, sobre todo, psíquica; Un tono consolador, como si acompañara al doliente en un sepelio, que ni le importa, ni lo siente.
Lo esperamos y contraatacamos cuando se va yendo:
– Presidente, ¿Se queda a vivir en Madrid?
– No, no, no, hay que regresar a México.
– ¿Aceptará la invitación para ser profesor aquí?
– Es una invitación muy amable pero va a ser un poco difícil.
– ¿Qué es lo que más echa de menos de ser Presidente?
– Servir más, la posibilidad de servir más.
– ¿Su sueño más imposible?
– Todavía no lo encuentro
– ¿Su peor pesadilla?
– Ya platicaremos de ella…
En la atmosfera nocturna de la vieja España parece más hondo todo. Más árido el recuerdo.

Fotos tomadas por: Ulises Castellanos y Puri Ramón